Gente de San Juan es un proyecto fotográfico que surge de la colaboración de Asamblea de Cooperación por la Paz (ACPP) con los fotógrafos Daniel Zamora y José M. Ruibérriz. ACPP pidió a Zamora y Ruibérriz que elaborasen una serie de retratos de vecinos y vecinas del municipio sevillano de San Juan de Aznalfarache, para contribuir al fomento de la identidad colectiva basada en el reconocimiento de la riqueza que la diversidad cultural y la solidaridad aportan a la misma, con el apoyo del Ayuntamiento de San Juan de Aznalfarache y la financiación de la Agencia Andaluza de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AACID).
San Juan de Aznalfarache es un municipio del área metropolitana de Sevilla, con la mayor densidad poblacional de la provincia y la mayor tasa de población migrante. Es uno de los municipios cuyas poblaciones más han acusado el deterioro de las condiciones de vida y de las perspectivas de inserción sociolaboral, no sólo como resultado de los duros años de recesión económica, sino también por la enorme presión del modelo económico dominante sobre los medios de vida tradicionales del municipio.
En sus escasos 4 km cuadrados, sus más de 22.000 habitantes conviven con muchas de las grandes superficies y franquicias que dominan el mercado global, y que han contribuido al ahogo del pequeño comercio local como motor económico de un municipio sin industria ni territorio en el que desplegar otras actividades económicas. Estas circunstancias construyen el relato de San Juan de Aznalfarache como uno de tantos municipios excluidos de los beneficios de la globalización, cuyo debilitamiento genera procesos de exclusión que se traducen en desempleo, desestructuración productiva y social, y empobrecimiento, consustanciales a esas dinámicas.
En el marco del proyecto de ACPP, se realizó también un estudio de investigación etnográfica en colaboración con los profesores Beatriz Macías y Ángel del Río, de la Universidad Pablo de Olavide (UPO), con el objeto de analizar las experiencias de las personas y sobre todo conocer las estructuras sociales y culturales subyacentes que están detrás de su comportamiento, las razones que explican lo que está sucediendo en un contexto dado y porqué las personas se comportan de cierta manera, entendidas desde su propia perspectiva, más allá de las estadísticas y las generalizaciones.
Macías y Del Río se refieren a este proceso de desintegración social cuando describen la débil “…identidad local entre sus habitantes, sostenida por las personas nativas o con una larga trayectoria vital en la localidad. El orgullo de pertenencia a la sociedad local, a falta de símbolos materiales con fuerte capacidad de identificación se manifiesta por otros referentes intangibles propiciadores de cierta cohesión social. La diversidad cultural no se percibe como un problema grave y ni siquiera aparece entre las principales problemáticas que generan incertidumbre entre la población, tales como desempleo, pobreza y exclusión social, vivienda, fracaso escolar, contaminación –tráfico, ruidos y suciedad–, drogas y delincuencia entre otros, aunque abundan las imágenes estereotipadas de los distintos colectivos étnicos que están en la base de potenciales procesos de estigmatización y rechazo social por motivos de pertenencia a una colectividad.
No existen en la sociedad sanjuanera conflictos interétnicos reseñables y predomina una relativa armonía en las relaciones sociales cotidianas entre los distintos grupos. Entre la sociedad receptora, tal como han apuntado diversos informantes cualificados, hay básicamente dos bloques hegemónicos en cuanto a sensibilidad sobre el tema de la inmigración: los que pueden sentirse identificados con el discurso xenófobo de que los extranjeros son los máximos –y, para alguna gente, los únicos– destinatarios de las ayudas sociales y que vienen a quitar puestos de trabajo a los nacionales; y los que entienden que son gente respetable que viene a buscarse la vida de manera honrada.
La existencia del primer bloque, al que no se le sabe cuantificar en número o proporción, genera cierto temor entre los segundos por la posibilidad de que un día pudiera surgir un proyecto con un discurso racista y xenófobo tal como está ocurriendo en buena parte de Europa. Aunque a día de hoy, las personas que defienden abiertamente este tipo de proyectos, que suponen una minoría, no están bien vistas por la sociedad sanjuanera. Existe una percepción generalizada, no obstante, de que las personas extranjeras que han arribado a San Juan en las últimas décadas y que han hecho de la localidad una sociedad multicultural, no han traído la delincuencia ni han hecho del pueblo un lugar con mayor inseguridad ciudadana de la que había antes. Han sido muy pocos los informantes que han apuntado una mala experiencia personal en la interacción con otros colectivos étnicos de procedencia extranjera.”
La suma de la investigación y esta colección de fotografías, constituye así una base de conocimiento etnográfico que por un lado permite orientar la formulación de políticas dirigidas al impulso y la consolidación de la diversidad cultural y la solidaridad local e internacional y por otro, impulsa el acercamiento de los diversos grupos que componen la población de San Juan de Aznalfarache.
Pero más allá del enfoque del proyecto, y su incuestionable utilidad para el diseño de políticas públicas, están las fotografías. Los dos fotógrafos han realizado retratos de alrededor de 200 personas a lo largo de varios años, a veces repitiendo personas, y atestiguando los cambios, así como los rasgos distintivos en sus personalidades.
Las fotografías, persiguen centrar toda la atención en los sujetos, capturados a pie de calle, en un precario estudio callejero en el que unas sábanas blancas aíslan y descontextualizan completamente a cada persona. Los fotógrafos beben aquí de trabajos como los de Richard Avedon (Estados Unidos, 1923-2004), en su opus magnum In The American West, en la medida en que, en esa fabulosa colección de retratos de gentes sencillas, vagabundos, obreros, camareras, del suroeste americano, se aborda el retrato de la diversidad despojando a los sujetos que fotografía de cualquier atisbo de folklorismo.
Esta aproximación tan sobria permite exploraciones sutiles de la formación y representación de la identidad y nos anima a centrarnos en el intercambio entre el fotógrafo y el sujeto, que se convierte así, en una “isla de texturas” suspendidas, desprovistas de tiempo, espacio y toda posibilidad de lectura a partir del contexto. De esta forma, los fotógrafos buscan que quien observe las imágenes se fije inevitablemente en la mirada, las facciones y el cuerpo de la persona retratada.
Otra referencia inevitable para los fotógrafos en este proyecto es la fotógrafa holandesa Rineke Dijkstra (nacida en Sittard en 1959). Las fotografías de Dijkstra se centran en las temáticas de identidad, capturando normalmente a sus sujetos en momentos de transición o vulnerabilidad.
Como la holandesa, Zamora y Ruibérriz exploran la integración del retrato en un tiempo; su capacidad de revelar la historia, con la contingencia del acto de intercambio entre sujeto, fotógrafo y quien contempla la imagen. En un momento en que la disciplina del retrato fotográfico parece haber sido barrida por el tsunami narcisista del “selfie”, la colección de gente de San Juan, casi 200 personas provistas de nombre y apellidos, nos recuerda la capacidad performativa del lenguaje fotográfico: de algún modo, estas imágenes rompen los estereotipos para llegar a lo supraindividual, alcanza la dimensión no de documento social, sino de documento sobre la naturaleza humana.
Al igual que Dijkstra, el proceso técnico para la creación de las imágenes es relativamente sencillo, pero adopta algunas decisiones inusuales. El medio primordial elegido para su exposición son impresiones de gran formato que son posteriormente adheridas a fachadas del municipio para convertirlo de manera efímera en un enorme espacio expositivo al aire libre en el que disfrutar de decenas de retratos de sus vecinas y vecinos, en homenaje y como celebración de la diversidad del municipio. La selección de personas fue realizada por personal local de ACPP, con instrucciones claras de identificar a personas sencillas, a través de distintas estrategias: preguntando en el pequeño comercio, en la biblioteca municipal, en conversaciones con vecinas y vecinos, asociaciones, etc.
Los medios modestos con que se desarrolló el proyecto hicieron imposible el uso del gran formato digital, que hubiera sido la opción preferente. Los fotógrafos optaron por utilizar sus ajadas cámaras digitales equipadas con un modesto 50 mm. En la gran mayoría de casos, emplearon exclusivamente luz natural, difuminada mediante el uso de sábanas blancas, también en los laterales del tenderete, que hacía las veCes de caja de luz.
El encuadre de las fotos es deliberadamente bajo, prácticamente a la altura de la cintura de la p ersona retratada. Esto obligaba a los fotógrafos a fotografiar casi de rodillas o a renunciar a mirar por el visor, imaginando la imagen obtenida, pero sin la certeza absoluta del resultado final. Un encuadre tan inusualmente bajo aporta a la fotografía cierto carácter monumental, pero también resta aplomo a las figuras, generando una sensación de equilibrio precario que incrementa la sensación de vulnerabilidad e inseguridad de las personas retratadas, de modo que las poses tan bien aprendidas para la autorrepresentación del selfie, se desmoronan fácilmente mostrando a la persona con un gran grado de desnudez emocional.
El retrato así concebido, es reflejo de una realidad, pero la constelación de sujetos, aislados de un contexto suburbano a menudo despiadado, descoloca a quien observa, que siente cierta incomodidad ante imágenes que inquietan por la vulnerabilidad de las personas retratadas. La fotografía se convierte así en una vía para repensar nuestra identidad, nuestras relaciones afectivas y culturales en sociedades que ya no son monoculturales, pero en las que la tentación de negar la ciudadanía, con los mismos derechos e igualdades y cultura diferente, con el único límite de los derechos de las personas y el respeto a unas reglas comunes, es cada vez mayor.