Francisco Hernández
Nací una noche de un trece de noviembre de 1982 en la clínica de Fátima al ladito del Guadalquivir, justo al nacer me llevaron a la otra orilla a San Juan de Aznalfarache. El motivo de vivir en este pueblo fue que mis padres eran maestros destinados aquí. Soy el tercero de cuatro hermanos. Recuerdo de mi infancia el jugar a la pelota en la calle, tanto niños como niñas, éramos iguales con las mismas ilusiones y las ganas de pasarlo bien. Me llamaba la atención el encuentro de tantos niños de tan diferentes ámbitos familiares, allí se respiraba verdadera igualdad, parte de San Juan alto y barriada Santa Isabel, tengo la suerte de conservar amigos de entonces y no haber perdido el contacto.
Parte de la adolescencia la pasé con mi padre en Triana, sin perder el contacto con mi madre, mis hermanas y mi pueblo. Volví a San Juan al entrar en la Facultad y los recueros van muy de la mano de mi padre, el cual no daba cuatro pasos sin que se parase o le parasen para hablar. Me hacía mucha ilusión desayunar con él en Santa Isabel, esquina del Gato, allí me di cuenta lo agradecidos que estaban los vecinos al maestro del barrio, Don Sotero. El cómo me miraban, me transmitía lo que influyó mi padre en sus vidas: Ese sello que te marcan los buenos maestros con tinta imborrable que te da la vocación.
Profesionalmente he dado tantas vueltas como mi vida, soy arquitecto y es ahora cuando realmente estoy disfrutando de mi profesión tan bonita y curiosamente como diría en términos de trabajo desde otra perspectiva. Sigo como sanjuanero disfrutando de sus calles y su gente, recordando a mis mayores, con el deseo de que no se pierda la esencia que me trasmitió mi padre de este pueblo y de su enriquecedora diversidad cultural.