Manuel Magaña
Me llamo Manolo, tengo 45 años y he vivido en San Juan toda mi vida. Me siento orgulloso y agradecido por haber vivido y aprendido de este pueblo y de su gente.
Recuerdo que fui muy feliz jugando en Cerro Alegre y en el taller mecánico de mi familia. Me fascinaban los coches y su conducción, admiraba como Francisco y Teresa, mis padres, se dedicaban en cuerpo y alma a ganarse allí la vida. Todo un ejemplo que no olvidaré.
Del colegio San Pedro Crisólogo guardo unos recuerdos extraordinarios. Adquirí una buena formación y amigos de verdad. Y no solo eso, mi vida siempre ha estado ligada a este centro educativo. Actualmente soy maestro en este colegio e intento ejercer mi labor siempre pensando en el bien de la comunidad educativa, fundamentalmente tratando de que el alumnado reciba una formación lo más completa posible. Quiero devolver el cariño y la felicidad que recibí de niño y estoy en el mejor lugar para ello.
Pero la responsabilidad educativa en San Juan, como en cualquier municipio, no solo pasa por las manos de los docentes del pueblo. La implicación de la administración local y autonómica es crucial.
El rio a su paso por San Juan siempre me hechizó. Practicar el deporte de remo en sus aguas, durante diez años de mi vida, me hizo comprender que el esfuerzo y el sacrificio tienen su recompensa. Nos sentíamos una gran familia no importaba el sexo, edad, procedencia… el compañerismo era un valor fundamental.
Poder navegar en el río, vivir sus crecidas, conocer palmo a palmo sus orillas y ver el pueblo desde el agua son aprendizajes y experiencias que jamás se olvidan. Me entristece ver como pueblos ribereños viven de espaldas al Guadalquivir, con todo lo que tiene y guarda nuestro río por dar y por descubrir.