Raquel Martínez Villa y Mika
Nací en la Plaza de Santa Ana en Triana y me crie en un corral de vecinos “El Jardincillo”. Con doce años me viene a San Juan de Aznalfarache ya que con tristeza tenían que derrumbar mi hogar de siempre. Me costó adaptarme a mi nueva vida aquí, el primer año seguí yendo al cole de mi barrio, el José María del Campo en Triana, y gracias a eso, se me hizo el cambio repentino de hogar menos traumático. Aquí empecé a hacer amistades ya que hablo hasta con las piedras (comenta entre risas).
Mis primeras amistades y que sigo conservando desde aquel entonces son de Santa Isabel, Esquina del Gato. Tengo muy buenos recuerdos, éramos muy de calle y compartíamos vivencias, además de añoranza me da tristeza ver como se ha perdido mucha esencia de vecindad de puro barrio y de los pequeños comercios.
Conocí el mundo caló y entonces entendí que todo lo negativo que había escuchado sobre el mundo gitano no era real. De ellos aprendí la lealtad, la amistad, el amor a la familia. Y que os voy a contar de la alegría y compartir lo único que tengan sin pedir nada a cambio. A mí por mi físico me han llegado a preguntar si era gitana, yo soy paya, pero que me confundan no me ofende, me resulta entrañable ya que mi experiencia siempre ha sido muy positiva.
Lo que me gustaría contaros es que con cuarenta y un años que tengo noto como el respeto de los más jóvenes y no tan jóvenes escasea cada vez más. La esperanza que tengo es haber visto a los más peques en los coles, trabajar el respeto entre ellos y hacia los demás por lo que creo que no está todo perdido.
Hace unos quince años conocí la existencia de Asamblea de Cooperación por la Paz que tienen tantísimo que ver en esto que he mencionado de que todo no está perdido. La sede de esta O.N.G. en Andalucía se encuentra en nuestro pueblo y conozco en primera persona lo mucho que se trabaja por la educación en valores de los más jóvenes y con proyectos necesarios para crear un entorno más humanitario y mejor.